Bien pertrechado de pañuelos y antihistamínicos, disfruté de la fiesta de la primavera organizada por la Asociación Profesional de Ilustradores de Madrid (APIM) con un poco de mala leche, para un alérgico se entiende, en pleno parque del Retiro.
Una vez más topé con unas espléndidas instalaciones supuestamente pensadas para acoger cultura en ellas. La que fuera Casa de Fieras es ahora la Biblioteca Municipal Eugenio Trías. No me digan que no habrían preferido que conservara el nombre, con todo respeto para el señor Trías. Total, un fantástico continente al que espero que hayan provisto de presupuestos suficientes para alimentar a sus fieras, es decir, al contenido de libros y actividades. Y es que en nuestro dolorido país los edificios culturales se pensaban más para el constructor de turno que para su finalidad. Total, que vuelvo a colgarme de las ramas.
Allí disfruté de la ilusión no solo del actual equipo directivo de APIM, encabezados por Raquel Cuenca, y muchos de los socios. Escuchar el devenir de su asamblea fue un disfrute por su ánimo constructivo y la cantidad de ideas que pronto les florecerán. Sin duda, el de los ilustradores es uno de los colectivos artísticos que mejor trabaja en equipo.
Muchas gracias a todos no ya por escuchar mi perorata sobre el desarrollo de una marca personal de calidad sino por participar activamente durante la masterclass.
Y qué decir del vino y los canapés finales, donde tuve oportunidad de conocer a talentos como Juan Berrio, con quien solo me había comunicado hasta la fecha por correo. Lástima que no dejara de estornudar en todo el trayecto de vuelta a Valladolid.
*Fotos por cortesía de APIM